Mira tu Rolex: la hora de la revuelta ha sonado.
No podemos hacer otra cosa. No queremos hacer otra cosa. Afirmamos todo
lo ocurrido en Barcelona durante la jornada del 29 M. Hemos hecho huelga
de normalidad, huelga de obediencia, huelga de impotencia. Nuestra
violencia no ha sido ciega, ha sido táctica -containers- y enfocada:
bloqueo de la circulación, destrucción de bancos y sedes de
multinacionales y grandes empresas, ataques a la policía que nos ataca.
Barcelona empezó a arder de nuevo en éste día. O, mejor dicho, ese día
volvió a emerger una fuerza que lleva unos años cogiendo densidad. Los
comités y grupos barriales y de pueblos hemos demostrado una capacidad
de respuesta, una rapidez y una coordinación que no teníamos años atrás.
Constelaciones de confianza, nubes de grupos, somos anclajes de una
fuerza de gravedad que hizo bascular Barcelona del lado del fuego.
Hemos plantado batalla durante todo un día, de forma descentralizada y
también de forma concentrada. Ahora tenemos heridos y tenemos presos y
encausados. Son nuestros, son nuestras. Defender a los nuestros
significa defender las formas de vida que estamos elaborando desde la
base, con las prácticas que reinventamos a partir de lo que hemos
heredado de lo mejor de una historia de luchas: cooperativas,
ocupaciones, asambleas locales, redes de apoyo mutuo, casas de barrio,
talleres comunitarios...
Uno reprocha a la huelga el ser simplemente negativa --- el no proponer
nada en lugar de lo que hay. Sin embargo, podría bien ser que la
incapacidad en la cual ella se encuentra, en el momento en que comienza,
de decir lo que quiere, no sea una tara de la huelga --- que esta
incapacidad le sea esencial; que le sea incluso esencial defenderla. A
toda huelga en efecto se le hará inevitablemente esta pregunta: “¿Pero
qué es lo que vosotros proponéis?”; o esta otra, que es la misma: “¿Cuál
es vuestro plan?”. Ahora bien esta cuestión, para toda acción política
que comienza, es la trampa más grande.
Hace falta que la huelga tenga el corage, aprenda el corage, de responder: “Nada”. Hace falta que ella esté a la altura de poder decir: “Nosotros no proponemos de entrada nada. Nosotros no tenemos ningún plan. Nosotros no propondremos sino haciendo.” Hace falta que la huelga tenga la audacia, la arrogancia de decir: “Nada.”; “Nosotros no proponemos nada.”; “Esperad a ver. Nosotros vamos a hacer. Vosotros veréis mejor. Váis a ver.”
Hace falta que la huelga tenga el corage, aprenda el corage, de responder: “Nada”. Hace falta que ella esté a la altura de poder decir: “Nosotros no proponemos de entrada nada. Nosotros no tenemos ningún plan. Nosotros no propondremos sino haciendo.” Hace falta que la huelga tenga la audacia, la arrogancia de decir: “Nada.”; “Nosotros no proponemos nada.”; “Esperad a ver. Nosotros vamos a hacer. Vosotros veréis mejor. Váis a ver.”
(Institut de démobilisation, 'Tésis sobre el concepto de huelga'.)
Toda buena lucha es de largo aliento. El fuego y las armas ofensivas son
fundamentales, tan fundamentales como el saber cuándo no hay que
usarlas. Tan fundamentales como una fuerza material común, unos medios y
unos saberes compartidos. Medios materiales con los que poder sostener
la lucha y nuestras vidas. Porque nuestras vidas son ternura y combate;
indisolublemente. Todo lo bajo y material es inseparable de lo elevado y
espiritual: la audacia, la amistad, el humor, la templanza, el
compartir, se dan o no se dan según cómo hacemos lo que hacemos. Gestos,
acciones, palabras, conforman las formas de vida sensibles que
habitamos.
No nos fascinamos con el fuego. El fuego lo usamos en el momento decisivo.
No nos fascinamos con los medios (dinero, espacios, máquinas, saberes)
que conseguimos. Los medios los usamos, compartiéndolos. Reaprendiendo a
compartirlos y a defenderlos.
No nos fascinamos con la teoría, la teoría es infinita, como demuestra
el muerto viviente de la Academia. No nos fascinamos con los relatos,
puestos entre paréntesis nos estamos encontrando en la acción, y en el
territorio. Sin embargo, como ha dicho uno de los que mejor ha pensado
la guerra-política, la primera fuerza en cualquier estrategia es la
fuerza espiritual. No hay peor enemigo de un camino estratégico que la
confusión y la duda. Hemos pasado del dicho al hecho y los hechos hay
que sostenerlos. El 29 M eramos muchos y muchas pasando a la ofensiva.
Esto no ha hecho más que empezar.
Nuestra lucha va mucho más allá del fuego, pero contiene el fuego. La hora de la verdad está sonando.
Sólo la acción es irreversible, por eso el poder la teme tanto.
¿De qué medios nos estamos dotando? Necesitamos máquinas, espacios,
saber curarnos y alimentarnos de otro modo, necesitamos también dinero
para acabar con el Capitalismo. Necesitamos hacernos fuertes en cada
lugar.
¿Con los habitantes de nuestro territorio de proximidad qué estamos
compartiendo y cómo? Necesitamos explicitar y compartir las mejores
formas prácticas de la solidaridad local entre habitantes.
¿Ya hemos celebrado en el barrio el éxito de la naciente huelga
metropolitana? Necesitamos nuestras fiestas y banquetes para afirmar la
ética-política de la potencia común. Porque luchamos contra la
separación impuesta entre las vidas, y dentro de cada vida, en infinitas
facetas gobernadas por la mercancía, el dinero, y toda la panoplia de
dispositivos, o aparatos de gobierno, dispersos en el territorio, y a lo
largo de nuestras vidas. Este orden de sometimiento y explotación ha
pasado a la ofensiva con la llamada Crisis y nos está arruinando la
existencia.
Cuando toda la ciudad está en llamas no es hora de intentar recuperar los trastos viejos, es hora de inventar formas nuevas.
(E. Jünger, 'Sobre el dolor')
La Metrópolis es vulnerable, en su propia complejidad y automatismo.
Está sembrada de enclaves indefensos, precisamente esos aparatos de
gobierno públicos y privados que nos están haciendo la vida imposible.
Las insurrecciones árabes lo supieron ver durante la última primavera.
El territorio metropolitano, tramado a partir de la circulación infinita
de seres, objetos, energía, información, está, sin embargo, lleno de
cuellos de botella fácilmente bloqueables. El sabotage es un arte que
nos pertenece.
El bloqueo de la metrópolis, el bloqueo de la economía, sólo puede ser
de momento temporal, puesto que esta misma complejidad y circulación
infinita es la que sostiene nuestras vidas. Comprender eso es comprender
el desafío al que se enfrenta una insurrección a la altura de la época.
El 29 M la metrópolis se ha demostrado como un espacio ingobernable frente a una buena táctica. Estamos aprendiendo.
(…) lo sorprendente no es que la gente robe, o que otros hagan huelga,
sino más bien que los hambrientos no roben siempre y que los explotados
no hagan siempre huelga.
Guattari/Deleuze, 'Mil mesetas'.
Nosotros.
Barcelona 3 de Abril de 2012